¿Sabéis cuál es el origen de esta tradición? En la Edad Media, época en la que abundaban las supersticiones y creencias, tiempo de brujas y hechizos, a alguna de ellas, o adivino tal vez, afirmó que poseer la liga de la novia era un seguro de buena suerte para siempre.
La voz corrió como la pólvora, y los invitados a las bodas comenzaron a reclamar esta prenda. Tan pesadísimos se ponían, que incluso perseguían a la novia sin descanso. Así que una de ellas, para evitarse los apretujones y el mal rato, decidió quitársela y lanzarla al aire, y que fueran los invitados los que se pelearan por cogerla.
A partir de ahí, en España hemos ido sofisticando el momento hasta llegar al punto de que sea la novia quien decida la persona destinataria de su liga. Y cómo no, ha de ser una buena amiga, que conseguirá su deseo de ser la siguiente en casarse (aunque hagamos un poquito de trampa y eso ya lo sepamos).
Bueno, pues aquí está la culpable de que la siguiente sea yo!